Siempre me ha gustado practicar deporte. De pequeño, como muchos otros niños, disfrutaba con el fútbol y el baloncesto. Cuando me iba haciendo mayor, me comenzó a interesar el atletismo y el ciclismo. Pero todo cambió el día que, para mi cumpleaños, me regalaron un salto en paracaídas. La experiencia fue increíble. Nunca había sentido tanta emoción como en aquel salto y, desde ese día, los deportes extremos forman una parte muy importante de mi vida.

Después de cinco años practicando el paracaidismo, decidí que tenía que ir un paso más allá y comencé a hacer salto BASE. En esta modalidad de paracaidismo, se salta desde un edificio o un acantilado, normalmente de no más de 600 metros de altura. Es una actividad muy peligrosa, ya que es necesario estudiar cada salto minuciosamente y tan solo dispones de unos pocos segundos para abrir el paracaídas. Este tipo de saltos solo se puede hacer desde determinados lugares y normalmente con buen tiempo, así que me puse a buscar otro deporte extremo para practicarlo en invierno.

Después de probar con el rafting, el esquí acrobático y el patinaje en pistas de bobsleigh, descubrí el snowboard fuera de pista y, desde entonces, estoy enganchado a él. Es muy emocionante lanzarte por una pendiente de nieve virgen y conseguir llegar al valle sin caerte. Como veis, soy un amante de las emociones fuertes. Pero tengo claro que el riesgo tiene que ser controlado y que la seguridad es la parte más importante a la hora de realizar estas actividades.